sábado, 24 de agosto de 2013

Analizando una película
El cine es un medio de comunicación, y por tanto es necesario interpretar sus resultados para descubrir qué es lo que nos quieren comunicar. Una película se compone de millones de elementos diferentes que en su conjunto, forman una narración con posibilidades de variados comentarios. Como todo relato, una película utiliza técnicas que hay que conocer, descubrir e interpretar para que los mensajes lleguen a nosotros de la forma más parecida a cómo quienes han realizado la película lo han pretendido.
Por eso una película no basta con verla. Hay que analizarla con ojo crítico con el fin de formarnos tanto en la comprensión del cine como contador de historias, como transmisor de valores y portador de arte y de conocimientos.
En el cine, además cómo ya hemos visto antes, se dan muchas y muy características formas de contar las historias. La mayoría de ellas tienen que ver tanto con el argumento como con la manera de situar los planos, de mover la cámara, del sonido, de la actuación de los protagonistas, y de muchos otros factores, que no solamente te van a indicar cuál es el mensaje de la película o de cada secuencia, sino que además te van a enseñar a que cuando vayas al cine le encuentres mayor sentido.
¿Qué pretendemos?

·           Analizar el cine como arte, técnica y medio de comunicación.
·           Analizar películas para apreciar su narración y lenguaje.
·           Valorar una película desde un punto de vista objetivo.
·           Valorar una película desde la propia opinión del espectador.
·           Interpretar el cine desde la óptica de la historia del siglo XX.
·           Aumentar el deseo por ir al cine.
¿Qué sabemos?

·           ¿Por qué vas al cine?.
·           ¿Qué películas te gustan más?.
·           ¿Comentas las películas con tus amigos?
·           Enumera dos películas que se basen en una novela.
·           Enumera dos películas con guión propio.
·           Cita alguna escena de película en la que se luche contra la violencia.
·           Cita alguna película en la que se valore la solidaridad.
·           Cita alguna película que no te haya gustado porque atenta contra tus criterios.
·           Cita varios actores y actrices a los que te gustaría parecerte en algún papel que interpretan.
¿Qué vamos a aprender?

Conceptos
·           Describir críticamente el argumento de una película.
·           Comparar películas con la obra literaria.
·           Realizar la ficha técnica de una película, en relación con elementos técnicos, sus mensajes y su estilo narrativo.
·           Analizar el lenguaje cinematográfico en relación con el mensaje.
·           Detectar trucos y efectos especiales.
·           Analizar el mensaje de una película.
Procedimientos
·           Distinción entre lo que se ve y lo que se interpreta.
·           Análisis de la narrativa cinematográfica en relación con el mensaje.
·           División de la película en unidades narrativas.
·           Partición de la película en mensajes.
·           Identificación del papel de cada personaje.
·           Comparación entre diversos géneros cinematográficos.
·           Dibujo de un mapa de conceptos de la narración de una película.
Actitudes

·           Opinión sobre actuaciones de los personajes.
·           Crítica sobre los valores y actitudes que propone una película.
·           Comparación entre lo que plantea una película y nuestra realidad.
·           Diferencia entre lo que se expone en una película y lo que opinamos.
·           Juicio sobre cómo hubiera enfocado el tema de la película.
·           Interés por aprender a ver el cine críticamente.
Mapa conceptual

·           Analizar una película
·           Introducir y ver la película
·           Diferenciar las partes de una película
·           Elementos objetivos
·           Elementos subjetivos.
·           Interpretar
·           Valoración de la película
·           Sacar conclusiones en grupo

Investigamos y aprendemos cómo vamos a analizar una película.
Actividad 1. Analizar el argumento de una película

Con esta actividad se pretende que te adentres en el argumento de una película y lo compares con una obra literaria.
1.  Elige una película de tu gusto. Hay muchas y no te será difícil.
2.  Realiza con tus compañeros de grupo un comentario escrito de la película.
3.  Recuerda el argumento y escríbelo
4.  Haz un comic sobre el tema o alguno de sus aspectos más significativos.
5.  Explica cómo es cada personaje. Sus características, lo que le encuentras positivo y negativo. Cómo se llama y qué actor lo interpreta.
6.  Si en la película existe algún parecido con situaciones que conozcas, analiza las actuaciones de sus miembros y compáralas con las que conoces en tu pueblo, barrio o ciudad.
7. ¿Qué consideras lo más importante en tu recuerdo de la película?.

Actividad 2. Analiza técnicamente una película

Con esta actividad se pretende que aprendas lo que es una ficha técnica de una película, en relación con elementos técnicos, sus mensajes y su estilo narrativo.
1.  Haz una ficha técnica de una película que elijas o te proponga tu profesor.
·            Director
·            Productor
·            Actores principales
·            Director de fotografía
·            Año en que se filmó
·            Si ganó algún premio
·            Autor de música.
·            Otros datos que encuentres de interés.
2.  Análisis de lenguaje cinematográfico:
De la película que has visto nombra y explica algunos:
·            Tipos de planos
·            Movimientos de cámara
·            Valora la interpretación de los actores. Describe qué te ha parecido
·            Comenta la música que más te ha gustado. Si puedes conseguir la banda sonora, escúchala.
·            Describe las técnicas de montaje utilizadas.
3.  Análisis de los valores que se presentan
·            Haz un juicio sobre el argumento, sobre los aspectos sociales positivos y negativos.
·            ¿Cómo actúan los personajes?.
·            ¿Qué cambiarías de sus actuaciones?
4.  Análisis de la estética de la película
·            Valora si está bien expresada la idea central
·            Si la narración es correcta
·            Si la estructura musical es adecuada.
·            Busca trucos y efectos especiales y documéntate o imagínate cómo se han podido lograr.
5.  Análisis del género al que pertenece la película.
·            Haz una lista de películas del mismo género.
·            Compáralas con la que has elegido.
·            Enjuicia sus semejanzas y diferencias.
Actividad 3. Analizar el mensaje de una película

En una película, se llama «mensaje», a la idea o ideas que a través de los diálogos, de la narrativa cinematográfica, de la música, se supone que los responsables-emisores de la película han querido trasmitir a los espectadores-receptores.
1.  Toma como punto de partida una película. Puede ser elegida por tu profesor cuando tiene que ver con algún contenido del curso.
2.  Reflexiona sobre las ideas principales.
3.  Haz un mapa conceptual, o un gráfico, en el que se refleje el contenido temático de la película. Normalmente puede haber varias historias paralelas que confluyen en ciertos momentos. Lo verás mejor si haces el gráfico.
4. Elige, si es posible mediante debate con tu grupo, la idea central que se pretende transmitir.
5. Expresa cómo han influido, reforzando o limitando, los elementos técnicos (encuadres, planos, música...), para presentar mejor o peor la idea central.
6. ¿Te ha influido en algo la película?. ¿Te ha enseñado algo?. ¿Tiene que ver la película con algún contenido de tus estudios o de tu vida familiar o privada?. ¿Te ves reflejado en  algún personaje de la película?. En todos los casos, razona y explica tu respuesta.
7. Haz un comentario de la frase: «El autor de la película lanza valoraciones, opiniones y actitudes de una forma consciente, aunque lleguen a nosotros de una manera inconsciente.»
Vamos a conocer los elementos de análisis del cine
1. Cómo se analiza una película

Introducción a la película.
Para analizar una película, en primer lugar es necesario verla con tus compañeros, y con alguien que te inicie un poco en ella. Si tu profesor te explica algunas características del film, de la época en la que se realizó, de su director, y te explica un poco del argumento (que no te la cuente toda, por favor), te ayudará a que cuando la veas lo hagas con cierto conocimiento. No hay que «ver por ver». Puedes incluso revisar algún dato en enciclopedia o libro. No está demás que puedas disponer de alguna ficha o documento de trabajo para que sepas en qué fijarte especialmente.
Diferenciar las partes de una película.
Elementos objetivos:
Después de ver la película, es conveniente que reflexiones individualmente primero, y en grupo después sobre una guía de trabajo. Toda película puede analizarse teniendo en cuenta en primer lugar los elementos objetivos. Narración, planos, encuadres, montaje, sonido, color, etc.
Si aprendes a desglosar escenas o secuencias de películas te será más fácil posteriormente llegar a analizar películas completas. También puedes separar todas las secuencias distintas, o de una secuencia diferenciar claramente los planos y cada tipo de ellos. Si trabajas en grupo, es conveniente que trabajes con un criterio que te proporcione el profesor, pues un análisis de cine puede partir desde muchos puntos de vista diferentes.
Elementos subjetivos:
Más tarde pasarás a sacar conclusiones propias, valorando el film desde un punto de vista crítico, subjetivo. Las películas llevan en su interior multitud de mensajes, que debes saber encontrar e interpretar. Por eso es importante prepararse para investigar sobre una película, ya que los mensajes no están expresados con claridad, y hay que descubrirlos.
Las películas las realizan personas que tienen su forma de ver las cosas, que valoran de manera distinta las situaciones o acontecimientos, y que influyen en el espectador, algunas veces de forma beneficiosa y otras perjudicial. Por eso hay que conocer y analizar estos mensajes, para reaccionar críticamente y tener pensamientos propios.
Valoración de la película.
Los grupos, a partir de las opiniones individuales, se reúnen para presentar las conclusiones. El moderador, que puede ser el profesor, va dirigiendo el debate en función de las líneas de acción propuestas en la guía. Como última acción se redactan algunas conclusiones.
2. Analizamos una película concreta
Para poner un ejemplo, vamos a dar sugerencias sobre qué hacer con una película como «El chico», de Charles Chaplin.
1. Preparación de la actividad
El profesor puede orientar al alumno, individualmente o por grupos para realizar tareas de investigación sobre la figura de Charles Chaplin, la obra de Charles Chaplin, la propia película:  «El Chico»:  ¿Cómo se hizo?, su época, sus proyectos y dificultades, las anécdotas que se produjeron, el guión y argumento, las técnicas de filmación de la época, etc.
2. Ver la película y comentarla
Se introduce y presenta la película, y se ve posteriormente, en la misma sesión . A continuación se realiza el comentario general, en el que se pueden apreciar las primeras impresiones y en el que quién dirige el debate inicia al mismo tiempo nuevos interrogantes sobre la película que posteriormente van a servir para el trabajo en el aula.
3.  El trabajo posterior en el aula
Después de cada actividad desarrollada es conveniente siempre recuperar lo más significativo. Para ello puedes realizar lo siguiente:
·            Elaborar individualmente o por grupos un comentario escrito de la película.
·            Hacer un comic sobre el tema o alguno de sus aspectos más significativos.
·            Representar alguna de las escenas.
·            Comparar con el cine actual
·            Hacer un perfil escrito de cada uno de los personajes importantes. En este caso, El chico, el vagabundo, la chica, etc.
·            Hacer una valoración y debate sobre las instituciones: el hospital, el Servicio de asistencia a menores  abandonados, el dormitorio de vagabundos, la policía, el  servicio médico, etc.
·            Hacer una valoración sobre las situaciones sociales: Niños abandonados, Acogimiento familiar y adopción, Trato hacia los niños, Madres solteras, Delincuencia y utilización de los niños, La vida de un barrio etc.
El análisis se realiza sobre lo que se ha reflejado en la película y al mismo tiempo se deben hacer referencias y estudios de las mismas situaciones tal y cómo se dan en la actualidad.
4 Análisis de técnicas y lenguajes cinematográficos
No olvides que el cine posee identidad propia, una historia, un lenguaje determinado y una tecnología que avanza constantemente, y que necesariamente ha de ser profundizada. Por ello hay que tener en cuenta y analizar cada uno de sus elementos, (Planos, fundidos, encuadres, movimientos de cámara, interpretación, música y comentarios, técnicas de montaje, actores directores, etc.).
5 Relacionar la película con otras áreas de trabajo
Al ser el cine un elemento de gran importancia para la relacionar diversos temas y asignaturas, puedes hacer referencias a otros contenidos tratados con otros profesores: Lengua, Historia, Dibujo y plástica, dramatización, Técnicas de estudio y trabajo, Investigación, Sociedad, etc.
Concluimos

Analizar una película es reflexionar sobre sus distintos elementos, partes y personajes por separado, con el fin de encontrar lo que la película puede enseñarnos. Ya estás  en el camino de hacerlo. Es importante, cuando vayas al cine, que puedas comentar la película con tus amigos, teniendo en cuenta lo que has visto en esta unidad, y otros muchos factores que puedes descubrir por tu cuenta.

jueves, 5 de enero de 2012

EDUCAR A LOS JÓVENES EN LA JUSTICIA Y LA PAZ


Educar a los jóvenes en la justicia y la paz
En la XLV Jornada Mundial de la Paz el 1o de enero, el Papa nos ha exhortado a educar a los jóvenes en la justicia y la paz. Reflexionemos sobre las acciones concretas que podemos emprender a este respecto.

Desde hace ya 45 años la Iglesia en cada 1 de enero celebra María Madre de Dios y la jornada por la paz del mundo. El tema de este año es el de “Educar a los jóvenes en la justicia y la paz”. El Papa ve la necesidad de que los jóvenes deben ser educados para buscar y procurar la paz.

Los principales responsables de la educación son los padres y luego los maestros, por lo tanto el texto resulta de gran interés para ambos.

Subrayamos algunos de los puntos esenciales del mensaje para la celebración XLV Jornada Mundial de la Paz y a continuación el texto integro.

1. El mensaje se dirige a los padres, las familias y a todos los estamentos educativos y formativos, así como a los responsables en los distintos ámbitos de la vida religiosa, social, política, económica, cultural y de la comunicación quienes deben prestar atención al mundo juvenil, saber escucharlo y valorarlo, no es sólo una oportunidad, sino un deber primario de toda la sociedad, para la construcción de un futuro de justicia y de paz.

2. La educación es la aventura más fascinante y difícil de la vida pues es conducir a otro. Hay uno que enseña y otro que aprende, un juego de dos voluntades. Por eso, el educador se vuelve testigo auténtico, y no simples dispensador de reglas o informaciones.

3. La familia es el lugar donde madura una verdadera educación en la paz y en la justicia. En la familia los hijos aprenden los principios humanos y cristianos como la solidaridad, la acogida por el otro, el respeto por las reglas, la colaboración, la compasión, la fraternidad, el perdón bases esenciales para la vivencia de la paz.

4. La paz es fruto de la justicia y efecto de la caridad. Pero la paz no es sólo un don que se recibe, sino también una obra que se ha de construir.

5. Los jóvenes, son un don precioso para la sociedad. No dejéis que sean vencidos por el desánimo ante las dificultades o a las falsas soluciones, pues «No son las ideologías las que salvan el mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es realmente bueno y auténtico [...].

MENSAJE DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI PARA LA CELEBRACIÓN DE LA XLV JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
1 DE ENERO DE 2012

EDUCAR A LOS JÓVENES EN LA JUSTICIA Y LA PAZ

1. El comienzo de un Año nuevo, don de Dios a la humanidad, es una invitación a desear a todos, con mucha confianza y afecto, que este tiempo que tenemos por delante esté marcado por la justicia y la paz.

¿Con qué actitud debemos mirar el nuevo año? En el salmo 130 encontramos una imagen muy bella. El salmista dice que el hombre de fe aguarda al Señor «más que el centinela la aurora» (v. 6), lo aguarda con una sólida esperanza, porque sabe que traerá luz, misericordia, salvación. Esta espera nace de la experiencia del pueblo elegido, el cual reconoce que Dios lo ha educado para mirar el mundo en su verdad y a no dejarse abatir por las tribulaciones. Os invito a abrir el año 2012 con dicha actitud de confianza. Es verdad que en el año que termina ha aumentado el sentimiento de frustración por la crisis que agobia a la sociedad, al mundo del trabajo y la economía; una crisis cuyas raíces son sobre todo culturales y antropológicas. Parece como si un manto de oscuridad hubiera descendido sobre nuestro tiempo y no dejara ver con claridad la luz del día.

En esta oscuridad, sin embargo, el corazón del hombre no cesa de esperar la aurora de la que habla el salmista. Se percibe de manera especialmente viva y visible en los jóvenes, y por esa razón me dirijo a ellos teniendo en cuenta la aportación que pueden y deben ofrecer a la sociedad. Así pues, quisiera presentar el Mensaje para la XLV Jornada Mundial de la Paz en una perspectiva educativa: «Educar a los jóvenes en la justicia y la paz», convencido de que ellos, con su entusiasmo y su impulso hacia los ideales, pueden ofrecer al mundo una nueva esperanza.

Mi mensaje se dirige también a los padres, las familias y a todos los estamentos educativos y formativos, así como a los responsables en los distintos ámbitos de la vida religiosa, social, política, económica, cultural y de la comunicación. Prestar atención al mundo juvenil, saber escucharlo y valorarlo, no es sólo una oportunidad, sino un deber primario de toda la sociedad, para la construcción de un futuro de justicia y de paz.

Se ha de transmitir a los jóvenes el aprecio por el valor positivo de la vida, suscitando en ellos el deseo de gastarla al servicio del bien. Éste es un deber en el que todos estamos comprometidos en primera persona.

Las preocupaciones manifestadas en estos últimos tiempos por muchos jóvenes en diversas regiones del mundo expresan el deseo de mirar con fundada esperanza el futuro. En la actualidad, muchos son los aspectos que les preocupan: el deseo de recibir una formación que los prepare con más profundidad a afrontar la realidad, la dificultad de formar una familia y encontrar un puesto estable de trabajo, la capacidad efectiva de contribuir al mundo de la política, de la cultura y de la economía, para edificar una sociedad con un rostro más humano y solidario.

Es importante que estos fermentos, y el impulso idealista que contienen, encuentren la justa atención en todos los sectores de la sociedad. La Iglesia mira a los jóvenes con esperanza, confía en ellos y los anima a buscar la verdad, a defender el bien común, a tener una perspectiva abierta sobre el mundo y ojos capaces de ver «cosas nuevas» (Is 42,9; 48,6).

Los responsables de la educación 

2. La educación es la aventura más fascinante y difícil de la vida. Educar -que viene de educere en latín- significa conducir fuera de sí mismos para introducirlos en la realidad, hacia una plenitud que hace crecer a la persona. Ese proceso se nutre del encuentro de dos libertades, la del adulto y la del joven. Requiere la responsabilidad del discípulo, que ha de estar abierto a dejarse guiar al conocimiento de la realidad, y la del educador, que debe de estar dispuesto a darse a sí mismo. Por eso, los testigos auténticos, y no simples dispensadores de reglas o informaciones, son más necesarios que nunca; testigos que sepan ver más lejos que los demás, porque su vida abarca espacios más amplios. El testigo es el primero en vivir el camino que propone.

¿Cuáles son los lugares donde madura una verdadera educación en la paz y en la justicia? Ante todo la familia, puesto que los padres son los primeros educadores. La familia es la célula originaria de la sociedad. «En la familia es donde los hijos aprenden los valores humanos y cristianos que permiten una convivencia constructiva y pacífica. En la familia es donde se aprende la solidaridad entre las generaciones, el respeto de las reglas, el perdón y la acogida del otro»[1].Ella es la primera escuela donde se recibe educación para la justicia y la paz.

Vivimos en un mundo en el que la familia, y también la misma vida, se ven constantemente amenazadas y, a veces, destrozadas. Unas condiciones de trabajo a menudo poco conciliables con las responsabilidades familiares, la preocupación por el futuro, los ritmos de vida frenéticos, la emigración en busca de un sustento adecuado, cuando no de la simple supervivencia, acaban por hacer difícil la posibilidad de asegurar a los hijos uno de los bienes más preciosos: la presencia de los padres; una presencia que les permita cada vez más compartir el camino con ellos, para poder transmitirles esa experiencia y cúmulo de certezas que se adquieren con los años, y que sólo se pueden comunicar pasando juntos el tiempo. Deseo decir a los padres que no se desanimen. Que exhorten con el ejemplo de su vida a los hijos a que pongan la esperanza ante todo en Dios, el único del que mana justicia y paz auténtica.

Quisiera dirigirme también a los responsables de las instituciones dedicadas a la educación: que vigilen con gran sentido de responsabilidad para que se respete y valore en toda circunstancia la dignidad de cada persona. Que se preocupen de que cada joven pueda descubrir la propia vocación, acompañándolo mientras hace fructificar los dones que el Señor le ha concedido. Que aseguren a las familias que sus hijos puedan tener un camino formativo que no contraste con su conciencia y principios religiosos.

Que todo ambiente educativo sea un lugar de apertura al otro y a lo transcendente; lugar de diálogo, de cohesión y de escucha, en el que el joven se sienta valorado en sus propias potencialidades y riqueza interior, y aprenda a apreciar a los hermanos. Que enseñe a gustar la alegría que brota de vivir día a día la caridad y la compasión por el prójimo, y de participar activamente en la construcción de una sociedad más humana y fraterna.

Me dirijo también a los responsables políticos, pidiéndoles que ayuden concretamente a las familias e instituciones educativas a ejercer su derecho deber de educar. Nunca debe faltar una ayuda adecuada a la maternidad y a la paternidad. Que se esfuercen para que a nadie se le niegue el derecho a la instrucción y las familias puedan elegir libremente las estructuras educativas que consideren más idóneas para el bien de sus hijos. Que trabajen para favorecer el reagrupamiento de las familias divididas por la necesidad de encontrar medios de subsistencia. Ofrezcan a los jóvenes una imagen límpida de la política, como verdadero servicio al bien de todos.

No puedo dejar de hacer un llamamiento, además, al mundo de los medios, para que den su aportación educativa. En la sociedad actual, los medios de comunicación de masa tienen un papel particular: no sólo informan, sino que también forman el espíritu de sus destinatarios y, por tanto, pueden dar una aportación notable a la educación de los jóvenes. Es importante tener presente que los lazos entre educación y comunicación son muy estrechos: en efecto, la educación se produce mediante la comunicación, que influye positiva o negativamente en la formación de la persona.

También los jóvenes han de tener el valor de vivir ante todo ellos mismos lo que piden a quienes están en su entorno. Les corresponde una gran responsabilidad: que tengan la fuerza de usar bien y conscientemente la libertad. También ellos son responsables de la propia educación y formación en la justicia y la paz.

Educar en la verdad y en la libertad 

3. San Agustín se preguntaba: «Quid enim fortius desiderat anima quam veritatem? - ¿Ama algo el alma con más ardor que la verdad?»[2]. El rostro humano de una sociedad depende mucho de la contribución de la educación a mantener viva esa cuestión insoslayable. En efecto, la educación persigue la formación integral de la persona, incluida la dimensión moral y espiritual del ser, con vistas a su fin último y al bien de la sociedad de la que es miembro. Por eso, para educar en la verdad es necesario saber sobre todo quién es la persona humana, conocer su naturaleza. Contemplando la realidad que lo rodea, el salmista reflexiona: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para que de él te cuides?» (Sal 8,4-5). Ésta es la cuestión fundamental que hay que plantearse: ¿Quién es el hombre? El hombre es un ser que alberga en su corazón una sed de infinito, una sed de verdad -no parcial, sino capaz de explicar el sentido de la vida- porque ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Así pues, reconocer con gratitud la vida como un don inestimable lleva a descubrir la propia dignidad profunda y la inviolabilidad de toda persona. Por eso, la primera educación consiste en aprender a reconocer en el hombre la imagen del Creador y, por consiguiente, a tener un profundo respeto por cada ser humano y ayudar a los otros a llevar una vida conforme a esta altísima dignidad. Nunca podemos olvidar que «el auténtico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones»[3],incluida la trascendente, y que no se puede sacrificar a la persona para obtener un bien particular, ya sea económico o social, individual o colectivo.

Sólo en la relación con Dios comprende también el hombre el significado de la propia libertad. Y es cometido de la educación el formar en la auténtica libertad. Ésta no es la ausencia de vínculos o el dominio del libre albedrío, no es el absolutismo del yo. El hombre que cree ser absoluto, no depender de nada ni de nadie, que puede hacer todo lo que se le antoja, termina por contradecir la verdad del propio ser, perdiendo su libertad. Por el contrario, el hombre es un ser relacional, que vive en relación con los otros y, sobre todo, con Dios. La auténtica libertad nunca se puede alcanzar alejándose de Él.

La libertad es un valor precioso, pero delicado; se la puede entender y usar mal. «En la actualidad, un obstáculo particularmente insidioso para la obra educativa es la masiva presencia, en nuestra sociedad y cultura, del relativismo que, al no reconocer nada como definitivo, deja como última medida sólo el propio yo con sus caprichos; y, bajo la apariencia de la libertad, se transforma para cada uno en una prisión, porque separa al uno del otro, dejando a cada uno encerrado dentro de su propio “yo”. Por consiguiente, dentro de ese horizonte relativista no es posible una auténtica educación, pues sin la luz de la verdad, antes o después, toda persona queda condenada a dudar de la bondad de su misma vida y de las relaciones que la constituyen, de la validez de su esfuerzo por construir con los demás algo en común»[4].

Para ejercer su libertad, el hombre debe superar por tanto el horizonte del relativismo y conocer la verdad sobre sí mismo y sobre el bien y el mal. En lo más íntimo de la conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz lo llama a amar, a hacer el bien y huir del mal, a asumir la responsabilidad del bien que ha hecho y del mal que ha cometido[5].Por eso, el ejercicio de la libertad está íntimamente relacionado con la ley moral natural, que tiene un carácter universal, expresa la dignidad de toda persona, sienta la base de sus derechos y deberes fundamentales, y, por tanto, en último análisis, de la convivencia justa y pacífica entre las personas.

El uso recto de la libertad es, pues, central en la promoción de la justicia y la paz, que requieren el respeto hacia uno mismo y hacia el otro, aunque se distancie de la propia forma de ser y vivir. De esa actitud brotan los elementos sin los cuales la paz y la justicia se quedan en palabras sin contenido: la confianza recíproca, la capacidad de entablar un diálogo constructivo, la posibilidad del perdón, que tantas veces se quisiera obtener pero que cuesta conceder, la caridad recíproca, la compasión hacia los más débiles, así como la disponibilidad para el sacrificio.

Educar en la justicia 

4. En nuestro mundo, en el que el valor de la persona, de su dignidad y de sus derechos, más allá de las declaraciones de intenciones, está seriamente amenazo por la extendida tendencia a recurrir exclusivamente a los criterios de utilidad, del beneficio y del tener, es importante no separar el concepto de justicia de sus raíces transcendentes. La justicia, en efecto, no es una simple convención humana, ya que lo que es justo no está determinado originariamente por la ley positiva, sino por la identidad profunda del ser humano. La visión integral del hombre es lo que permite no caer en una concepción contractualista de la justicia y abrir también para ella el horizonte de la solidaridad y del amor[6].

No podemos ignorar que ciertas corrientes de la cultura moderna, sostenida por principios económicos racionalistas e individualistas, han sustraído al concepto de justicia sus raíces transcendentes, separándolo de la caridad y la solidaridad: «La “ciudad del hombre” no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión. La caridad manifiesta siempre el amor de Dios también en las relaciones humanas, otorgando valor teologal y salvífico a todo compromiso por la justicia en el mundo»[7].

«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados» (Mt 5,6). Serán saciados porque tienen hambre y sed de relaciones rectas con Dios, consigo mismos, con sus hermanos y hermanas, y con toda la creación.

Educar en la paz 

5. «La paz no es sólo ausencia de guerra y no se limita a asegurar el equilibrio de fuerzas adversas. La paz no puede alcanzarse en la tierra sin la salvaguardia de los bienes de las personas, la libre comunicación entre los seres humanos, el respeto de la dignidad de las personas y de los pueblos, la práctica asidua de la fraternidad»[8].La paz es fruto de la justicia y efecto de la caridad. Y es ante todo don de Dios. Los cristianos creemos que Cristo es nuestra verdadera paz: en Él, en su cruz, Dios ha reconciliado consigo al mundo y ha destruido las barreras que nos separaban a unos de otros (cf. Ef 2,14-18); en Él, hay una única familia reconciliada en el amor.

Pero la paz no es sólo un don que se recibe, sino también una obra que se ha de construir. Para ser verdaderamente constructores de la paz, debemos ser educados en la compasión, la solidaridad, la colaboración, la fraternidad; hemos de ser activos dentro de las comunidades y atentos a despertar las consciencias sobre las cuestiones nacionales e internacionales, así como sobre la importancia de buscar modos adecuados de redistribución de la riqueza, de promoción del crecimiento, de la cooperación al desarrollo y de la resolución de los conflictos. «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios», dice Jesús en el Sermón de la Montaña (Mt 5,9).

La paz para todos nace de la justicia de cada uno y ninguno puede eludir este compromiso esencial de promover la justicia, según las propias competencias y responsabilidades. Invito de modo particular a los jóvenes, que mantienen siempre viva la tensión hacia los ideales, a tener la paciencia y constancia de buscar la justicia y la paz, de cultivar el gusto por lo que es justo y verdadero, aun cuando esto pueda comportar sacrificio e ir contracorriente.

Levantar los ojos a Dios 

6. Ante el difícil desafío que supone recorrer la vía de la justicia y de la paz, podemos sentirnos tentados de preguntarnos como el salmista: «Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?» (Sal 121,1).

Deseo decir con fuerza a todos, y particularmente a los jóvenes: «No son las ideologías las que salvan el mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es realmente bueno y auténtico [...], mirar a Dios, que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es el amor eterno.

Y ¿qué puede salvarnos sino el amor?»[9]. El amor se complace en la verdad, es la fuerza que nos hace capaces de comprometernos con la verdad, la justicia, la paz, porque todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (cf. 1 Co 13,1-13).

Queridos jóvenes, vosotros sois un don precioso para la sociedad. No os dejéis vencer por el desánimo ante las dificultades y no os entreguéis a las falsas soluciones, que con frecuencia se presentan como el camino más fácil para superar los problemas. No tengáis miedo de comprometeros, de hacer frente al esfuerzo y al sacrificio, de elegir los caminos que requieren fidelidad y constancia, humildad y dedicación. Vivid con confianza vuestra juventud y esos profundos deseos de felicidad, verdad, belleza y amor verdadero que experimentáis. Vivid con intensidad esta etapa de vuestra vida tan rica y llena de entusiasmo.

Sed conscientes de que vosotros sois un ejemplo y estímulo para los adultos, y lo seréis cuanto más os esforcéis por superar las injusticias y la corrupción, cuanto más deseéis un futuro mejor y os comprometáis en construirlo. Sed conscientes de vuestras capacidades y nunca os encerréis en vosotros mismos, sino sabed trabajar por un futuro más luminoso para todos. Nunca estáis solos. La Iglesia confía en vosotros, os sigue, os anima y desea ofreceros lo que tiene de más valor: la posibilidad de levantar los ojos hacia Dios, de encontrar a Jesucristo, Aquel que es la justicia y la paz.

A todos vosotros, hombres y mujeres preocupados por la causa de la paz. La paz no es un bien ya logrado, sino una meta a la que todos debemos aspirar. Miremos con mayor esperanza al futuro, animémonos mutuamente en nuestro camino, trabajemos para dar a nuestro mundo un rostro más humano y fraterno y sintámonos unidos en la responsabilidad respecto a las jóvenes generaciones de hoy y del mañana, particularmente en educarlas a ser pacíficas y artífices de paz. Consciente de todo ello, os envío estas reflexiones y os dirijo un llamamiento: unamos nuestras fuerzas espirituales, morales y materiales para «educar a los jóvenes en la justicia y la paz».

Vaticano, 8 de diciembre de 2011
BENEDICTUS PP XVI